julio 14, 2020

VENEZUELA, EDGARDO RICCIUTI: SÍ A LA REVUELTA, NO A LA REVOLUCIÓN





En Venezuela, como en cualquier otro país, hay una oposición y una resistencia. Todas las oposiciones en el mundo están formadas por personas honestas y no honestas que se pueden definir "manzanas podridas". Sabemos que es muy difícil ser opositores en presencia de un régimen como el venezolano, y mucho menos si esa parte podrida, que se esconde en el grupo que debería luchar por la libertad del país, en cambio negocia y se compromete con la dictadura para mantener el pequeño poder alcanzado y / o la seguridad económica personal.
Sabemos que la revuelta popular en algunos casos logra expulsar al dictador de turno, pero para tener éxito, antes o durante, los militares deben ponerse del lado del pueblo. Además de este problema, hemos encontrado que 21 años de oposición MUD ha negociado con Maduro. Si al menos el intento tuvo que hacerse, uno se pregunta ¿por qué durante tantos años? Siempre el mismo error, transformándolo en una práctica que levanta muchas sospechas.

Un tercer error es que, tras la dramática situación en que vive el país, los venezolanos se enamoran del líder del momento, pierden por completo su juicio, santifican y ponen todo en sus manos y permanecen ciegos ante cualquier error.
Las preguntas que todo venezolano debería formularse son:

1)¿Por qué hablar de elecciones en dictadura si tenemos la experiencia que nunca serán reales y democráticas? El régimen no ha permitido ningún tipo de control en el pasado y tampoco lo permitirá esta vez. Aplica terrorismo psicológico a través de amenazas públicas y pandillas paramilitares. La impresión es que la dictadura solo acepta una oposición agradable para que su imagen pueda limpiarse a los ojos del mundo.
2)  El presidente interino, reconocido por más de 60 países en el mundo, Juan Guaidó pudo haber pedido ayuda internacional pero no lo hizo. Muchos exponentes cercanos a él, como Henri Ramos Allup, han dicho claramente que Estados Unidos y nadie debía meterse porque los venezolanos se habrían liberado solos.

3) ¿El chavismo,  que algunos consideran "chavismo democrático" puede considerarse parte del problema? ¿La coexistencia con el régimen y el perdón de los chavistas que han cometido crímenes de lesa humanidad, a quienes se les permitirá formar parte de la “nueva” Venezuela, no significa permanecer inmersos en el chavismo, que es causa y razón del desastre venezolano?
Preguntas que le hago a una persona especial, al amigo Edgardo Ricciuti, nacido en Caracas, politólogo de la Universidad Central de Venezuela, así como profesor de Teoría Política y Doctrinas del Estado en la facultad de Ciencias Políticas de la UCV. Ha trabajado como director de asuntos internacionales, coordinador y escritor en la sección de Geopolítica de la revista energética Grupo Petróleo YV. Escribió para Limes. Fundador de:  Think Thank Venezuela Futura, del website Foro Libertad y del movimiento político Rumbo Libertad. Autor del libro “Sì alla Rivolta. No a la revolución " (Sí a la Rebelión. No a la Revolución).



Edgardo Ricciuti:
1.Los procesos electorales en países donde se respetan los derechos de los ciudadanos tienen como objetivo legitimar las autoridades políticas. Sin embargo, debe señalarse que, en algunos casos, este no es el objetivo de los sistemas políticos descritos por Jacob Talmon en su texto "Los orígenes de la democracia totalitaria", donde el carácter mesiánico que los caracteriza se superpone y cancela el pluralismo político y la soberanía del pueblo. El estigma autocrático siempre ha sido evidente en el régimen chavista, incluso si, en su génesis, utilizó herramientas electorales para llegar al poder.
Los mecanismos electorales representan la herramienta ideal para reemplazar una clase política, siempre y cuando tanto las instituciones, como el monopolio legítimo de la violencia no respondan a grupos de poder, corporaciones o partidos políticos, sino a reglas preestablecidas en la Constitución. En otras palabras, no tiene sentido ir a procesos electorales si no se respetará la decisión del electorado.

Incluso en el pasado, los regímenes autocráticos han utilizado el sistema de votación para "oxigenar" su autoridad, a través de plebiscitos donde se daba por sentado un resultado favorable para los dictadores de turno. En el sistema autocrático de Venezuela, se aplicó una variante: el sistema plebiscitario fue reemplazado por la creación ad hoc de una oposición que actúa como un soporte para la legitimidad del régimen.
Por lo tanto, toda cita electoral fortalece al régimen en cuanto inofensiva porque pilotada y revitalizante por una legitimidad pseudo-democrática "renovada". Este aspecto ha sido entendido por la resistencia venezolana, que, a lo largo de los años, se ha opuesto cada vez más al sistema político en su sentido más amplio conformado por el partido de gobierno y los de oposición, ya que ha asimilado, por las imnumerables y recurrentes experiencias de fraude electoral, que el mecanismo electoral es una estrategia que favorece a la supervivencia del régimen y a su oposición.
2. Guaidó no es más que el enésimo peón del tablero utilizado por la inteligencia castro-chavista en el guión pseudo-democrático venezolano. Cualquier movimiento importante de cualquiera de los dirigentes opositores de cualquier partido político en territorio venezolano debe contar con la "bendición" de la intelligence castro-chavista. Si no se acepta el hecho de que es imposible que los regímenes autocráticos respeten la soberanía popular, será también difícil apreciar que en el actuar de los políticos de la oposición exista algún fin teleológico, como por ejemplo el logro de alcanzar la libertad de Venezuela.

Esta estrategia del chavismo de construir figuras de oposición a su medida para simular un choque inexistente y de falsa rivalidad comenzó con Arias Cárdenas hace veinte años, y continuó con Rosales, Capriles, Ramos Allup y, por último, con Guaidó. No podemos exigirle a Guaidó, ni a ninguno de los que forman parte de los partidos políticos en Venezuela, lo que jamás harán, ya que su existencia misma gira en torno a un esquema de acción de sustento para el chavismo .
Si bien las simples simulaciones electorales habían sido suficientes en el pasado, en 2018 el régimen necesitaba una estratagema mucho más refinada para mantenerse en el poder. Fue entonces, cuando el chavismo no solo “sacó de la manga” a Guaidó como otra figura más de su repertorio, sino que financió a lobby estadounidenses dirigidas por la oposición para fortalecer la imagen política del recién llegado. En ausencia de otras opciones, algunos sectores de la administración estadounidense decidieron apoyarlo a pesar de que muchos mostraron su escepticismo. La estrategia del régimen fue perfecta, ya que logró el objetivo de que su títere obtuviera el apoyo internacional y la legitimidad necesaria para frenar toda acción real de desarticulación del chavismo por parte de aquellos paises que lo reconocieron como el legítimo presidente. La razón por la cual la oposición pidió no intervenir es obvia: una intervención internacional de cualquier naturaleza habría arrinconado no solo a Maduro, sino también a sus opositores que habrían perdido sus privilegios derivados de la complicidad con los chavistas.
De querer ver algo positivo en esta enésima interpretación, esta podría ser que los castro-chavistas puedan repetir exitosamente el mismo guión cambiando al protagonista como siempre han hecho. De ser así, el uso del antiguo refrán 'Errare humanum est, perseverare autem diabolicum' sería por demás legítimo.

3. El chavismo democrático no existe, así como no existió ni el estalinismo democrático, ni el maoísmo democrático ni el castrismo democrático. Algunos exponentes que militaban en el chavismo y que han sido marginados por purgas internas han asumido esta "máscara" para ser, no solo admitidos, sino reverenciados dentro de la estructura de los partidos políticos de la oposición, para redimirse de su pasado despótico y criminal. Por otro lado, en el conjunto de inconsistencias éticas y comportamentales de los integrantes de los partidos de oposición, también existe el deseo de redimir e incluir a personas que han violado los derechos humanos de manera flagrante. Por lo tanto, sigue siendo impensable que cualquiera que haya tenido un cargo público en el chavismo, que haya incurrido en delitos o corrupción, pueda tener espacio en el futuro de Venezuela. Obviamente y por respeto al sagrado derecho de igualdad ante la ley, esta regla se aplicará también a los jerarcas de los partidos de la pseudo-oposición.


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